Deciros en primer lugar
felicidades por vuestro aniversario.
Deciros, de verdad, sinceramente,
enhorabuena. Vosotros, vuestros amigos, vuestros
compañeros, vuestros hermanos, vuestros familiares,
vuestros formadores, la gente con la que convivís, son
unos afortunados igual que vosotros, porque a partir de
lo que yo he leído en este resumen en este resumen del
Espíritu Scout, estoy convencido de que vosotros estáis
en la senda, en el camino, en la ruta, lo voy a decir de
manera descarada, de alcanzar y de proporcionar a los
demás felicidad y mucha felicidad.
El bienestar de la vida. Sobre
eso voy a hablar yo. Sobre la manera de explicarle a los
demás, porqué nosotros estamos contentos. Porqué
vosotros y vosotras estáis contentos, caminando por esta
ruta zigzagueante, empinada, dura, apasionante, que es
la vida del scout.
Yo os voy a hablar de la
importancia de los lenguajes que vosotros empleáis. Y de
manera más concreta, de las palabras que explican qué
sois, qué queréis, y cómo hacéis. Cómo vivís vosotros.
Pero antes me vais a permitir que haga una breve
introducción. Una reflexión muy sencilla, elemental.
Innecesaria probablemente, pero que puede servir, sobre
la importancia que tienen en nuestra vida, en primer
lugar, las herramientas, los instrumentos. Porque
fundamentalmente vamos a explicar y definir las palabras
y los lenguajes como eso, como herramientas
extraordinariamente potentes, complejas y peligrosas.
Eso son las palabras.
Pensad como ilustración práctica,
plástica, en ejemplos de instrumentos. Un cuchillo, unas
tijeras, una bicicleta, un patín, una moto, un coche, el
tren, un avión. Todos son instrumentos. ¿Cuál es su
finalidad?¿Para qué sirven?. Para potenciar
extraordinariamente y facilitar, hacer más cómodas, y
más fuertes, más potentes, las acciones que nosotros
desarrollamos con nuestros propios miembros.
Con un palo alargamos la mano y
el brazo. Con una pala potenciamos la fuerza de nuestros
músculos. Con un patín, no digamos con una bicicleta,
una moto o un coche, hacemos muchísimos más rápidos
nuestros pies. Hasta tal punto, que si queremos llegar,
por ejemplo, de San Fernando a Cádiz, de San Fernando a
Sevilla, de San Fernando a Madrid…, si solamente
dispusiéramos de nuestras piernas y nuestros pies,
tardaríamos muchísimo y nos cansaríamos. Si disponemos
del Talgo, ahora se llama Alvia, de un coche o del avión
llegamos con mayor rapidez.
Para eso sirven los instrumentos.
Hemos dicho que los instrumentos son también potentes.
Potencian nuestras propias facultades. Potencian
nuestros miembros, los pies y los brazos. Pueden
potenciar también nuestra inteligencia. Pueden potenciar
también nuestra propia vida. Pero atención, cuanto más
potente sea un instrumento, más complejo es y más
peligroso. Eso lo vemos con los ejemplos que he puesto
anteriormente. Es muchísimo más complejo llevar un avión
supersónico que un patín. Es muchísimo más complejo
llevar un Alvia, o el Ave, que una bicicleta, una moto o
un coche. Pero no solamente eso, sino que también puede
resultar muchísimo más peligrosa esa velocidad o esa
fuerza de los grandes ingenios, de los grandes
instrumentos, que, repito, potencian nuestras
facultades, desarrollan nuestra capacidad para hacer
cosas importantes como el pincel también, o la brocha.
Las palabras son fundamentalmente
instrumentos, herramientas potentes, complejas, y
peligrosas también, porque se pueden convertir como
todos sabemos también por experiencia, en armas
destructoras, destructivas.
¿Para qué sirven las palabras?.
Las palabras en general, y después vamos a poner
ejemplos muy concretos, sirven igual que los
instrumentos, para potenciar nuestra propia vida.
¿Cómo?. Desarrollando nuestros propios conocimientos,
porque saben que la palabra, fundamentalmente, lo que
hace es poner nombres a las cosas para que las sepamos
interpretar y sepamos usarlas. Me parece que en una de
las reuniones con Isabel, explicábamos cómo todas las
asignaturas consisten fundamentalmente en aprender
palabras, fíjense qué cosa más curiosa.
La Anatomía. ¿Qué hace el
especialista en la Facultad de Medicina que explica las
ciencias morfológicas o la Anatomía. Dar nombres. Coge
un hueso y dice, este hueso se llama de esta manera, un
húmero, un radio, un cúbito, una clavícula. Pero es que
además el profesor de Anatomía va explicando como se
llama la cabeza de ese húmero. El cuerpo de ese hueso.
Cómo se llama una cresta que tiene. Cómo se llaman los
agujeritos, etcétera, etcétera, etcétera. Nos va dando
nombres para que podamos dominar a ese hueso. Lo mismo
ocurre en las demás asignaturas de Farmacología, de
Fisiología, de Psicología, de Geografía…
Por lo tanto las palabras son
fundamentales para conocer la realidad y para poderla
manipular sin necesidad de hacer esfuerzo con las manos.
Sin necesidad de mancharnos las manos. Pero las palabras
sirven también, y sobre todo, para alimentarnos. Para
hacernos crecer. Para, conociéndonos, en nuestro cuerpo,
en nuestra mente y en nuestro espíritu, poder ir
descubriendo esa manera de ser, ir curando heridas e ir
alimentándonos. Las palabras realmente, los psicólogos
lo saben muy bien, sirven para alimentarnos. Y los
médicos, que lo saben muy bien, usan las palabras para
curarnos. Claro que son necesarias, la terapia, la
medicina, la cirugía, la quimio, la radiología,… Pero
las palabras adecuadas pueden ayudar para que esas
medicinas produzcan efectos saludables. Pueden ayudar
para vivir de una manera más consciente, más plena, más
auténtica. Para vivir más humanamente. Pero atención. Si
no se emplean de manera adecuada pueden servir también
para destruirnos, para envenenarnos, para herirnos. Para
incluso matarnos. Nosotros sabemos que podemos agredir
lo mismo o más que con un palo, que con un sable, que
con una pistola, con el lenguaje, con las palabras.
Las palabras por lo tanto son
potentes, complejas y peligrosas. Aquí hay poetas y
maestros de la palabra, pero a todos les diría que
cultiven las palabras en todos los ámbitos para, repito,
manejarlas de manera adecuada, eficaz y eficiente.
Porque entonces sí que en cualquier situación de la vida
individual, familiar, social entre los amigos,
profesional, podréis ir creciendo de una manera no
solamente rápida, sino fácil. Hasta tal punto que yo les
voy a aconsejar ya, antes de seguir, que como les decía
a algunos de mis amigos, que todos nos hagamos de una
pequeñita libreta, un bloc pequeñito, donde vayamos
poniendo nuestro diccionario particular. Esas palabras
importantes, buenas y eficaces, que van a servir para
explicar nuestra propia vida y para crecer y unirnos a
los demás. Yo después les voy a dar algunos regalos de
palabras con las que pueden empezar este pequeño
diccionario personal.
Pero hay que saberlas construir.
Por eso en cualquier asignatura aprendan palabras. Para
ello la lectura es fundamental y la escritura es
fundamental. Palabras que desconocen, apúntenlas.
Busquen el significado y úsenlas. Hablando y
escribiendo. Porque va a servir mucho para que vayan
madurando humana y socialmente.
Para que la palabra sea
saludable. Para que la palabra sea sustanciosa. Para que
la palabra alimente y cure, son necesarias varias
condiciones. Todavía estamos en el ámbito general.
Primero que sean verdaderas y
sinceras. La palabra vale cuando de verdad refleja
nuestra manera de pensar, nuestra manera de sentir,
nuestra manera de amar y nuestra manera de actuar. La
palabra vale cuando de verdad define lo que somos, lo
que queremos. Quiénes queremos ser, y cómo queremos
hacerlo. Por eso, primera condición, que sean sinceras,
que sean verdaderas, que sean auténticas. Porque
desgraciadamente el ser humano es el único en la
naturaleza que tiene el don de la palabra, del lenguaje.
Pero es el único en la naturaleza que puede engañar y
que de hecho engaña. Esta es la razón por la que se
convierte en herramienta destructora del que la emplea,
y destructora de aquél a quien la dirige. Por eso en
primer lugar, conscientes de la dificultad que tiene y
de la importancia que tiene, vamos a intentar ser muy
auténticos, muy sinceros, muy verdaderos, a la hora de
emplear las palabras que nos explican, de las palabras
que dirigimos a los demás.
Pero en segundo lugar, las
palabras, cualquier palabra, para que valga y sea
verdadero instrumento de construcción de nuestra propia
personalidad, de nuestro grupo y de nuestra familia, es
necesario que sea también amable, respetuosa e incluso
me atrevo a decir, biensonante. Porque vosotros sabéis
que una palabra, cualquiera, cuando se emplea…, se me
iba a escapar una palabrota, no la voy a pronunciar
justamente porque estoy en contra de ellas. Cuando no la
empleamos de manera amable, puede convertirse, se
convierte de hecho, en látigo. Y al contrario. Algunas
que no suenan tan bien, si las empleamos de manera
amable e incluso cariñosa, pueden hacer bien al grupo.
Ejemplos voy a poner muy sencillos. Qué diferencia hay
tan grande entre la manera en que tu amiga, o tu madre,
o tu padre te dice: “no seas tonta, hija, no seas
tonta”. Y la manera de decir “¡qué tonta eres!”, de un
amigo o una amiga, que no es ni amigo ni amiga. Pero al
revés incluso. Esa palabra que puede tener una
denotación negativa, empleada con cariño, suena bien.
Pero otra que puede tener una denotación positiva,
empleada también con mala sombra, también puede herir.
“¡Qué tonta eres hija!, ¡qué listo eres, hijo!”. Depende
de quién la emplea y de cómo la emplea. “No seas
antipática, hija”, “no seas antipático”, etcétera,
etcétera. Vayan poniendo la lista de palabras
coloquiales que ordinariamente nosotros empleamos en
nuestro ambiente familiar o de amigos.
Por eso tienen que ser amables,
respetuosas y bien sonantes. Porque la diferencia entre
una palabra buena y una mala, muchas veces está en el
tonillo. Vosotros que ya estáis estudiando lengua sabéis
la diferencia que hay entre el eufemismo y el tabú, no
en el contenido. Ejemplos no voy a poner yo ahora, pero
el eufemismo son palabras que suenan bien y significan
lo mismo que el tabú, que la palabra tabú, que es
maleducada. Por lo tanto seamos, incluso a la hora de
escoger los significantes de las palabras, palabras que
suenen bien. Pero además tienen que ser correctas y bien
construidas.
¿Por respeto a quien?. Por
respeto en primer lugar al destinatario, al oyente. Por
eso tenemos que estudiar, sí, a vuestras edades y a
todas nuestras edades, gramática, fonética, morfología,
sintaxis, lexicología, semántica… Y por eso tenemos que
ir haciendo nuestro propio diccionario. Para limpiar
poco a poco nuestras palabras. Nuestra manera de
dirigirnos a los demás.
Si además de correctas y bien
construidas, son bellas y son divertidas, entonces la
eficacia aumenta. La eficacia para nuestro propio
bienestar, que es lo importante, pero la eficacia
también para la construcción de la familia, del grupo de
amigos.
Bueno. Todo esto nos va a servir
para aplicarlo a una serie de palabras que yo he
seleccionado y que os las regalo para que vayáis
construyendo vuestro primer diccionario personal. Van a
ser muy pocas. Diez palabras. Pero ya veréis. Son las
palabras, como decía en la introducción, que sirven para
describir lo que vosotros hacéis, pensáis, sentís y
queréis. Hasta tal punto que yo, lo único que he hecho
es miraros, escucharos, y repetir lo que vosotros decís
y sentís.
¿Cuáles son esas palabras?.
La primera, por lo bien que suena
y por el contenido tan precioso y tan preciso. La
primera desde mi punto de vista, la palabra
Respeto.
Respetarse a uno mismo para
respetar a los demás. Respetar a los demás para
respetarse a uno mismo.
Pero ¿qué es respetar?.
¿Profundizamos un poquito?.
Respetar es interpretar y valorar
positivamente los objetos, los episodios y las personas
con los que convivimos. Para respetar tenemos que
aprender a orientar, sobre todo, nuestra vista. O sea,
todas nuestros sentidos. Todos nuestros sentimientos
para dirigir una mirada atenta, subrayo ahora, positiva
y admirada, a todas esas cosas buenas que tenemos a
nuestro alrededor. Para disfrutar con ellas mirándolas.
En los grupos sociales sabéis que
hay personas negativas y personas positivas. Hay
personas negativas que son los que se fijan y subrayan
las sombras, las oscuridades, los aspectos desagradables
o negativos de las cosas, de los sucesos y las personas.
Pues nosotros, como scouts, tenemos que orientar nuestra
mirada para que en cualquier situación descubramos los
aspectos buenos y positivos de la vida, y ahí recrearnos
y ponernos contentos. De cualquier aspecto. Ejemplos
podríamos poner muchísimos. Hay quienes durante todo el
invierno, perdónenme que les ponga este ejemplo, se
están quejando por el frío que hace. Y están esperando
que llegue el verano para… ¡qué calor!... quejarse del
calor que hace. En todo. Tienen una habilidad tremenda
para, de cualquier objeto o de cualquier hecho, destacar
lo negativo. Y sufren cuando alguno advierte los
aspectos positivos, y enseguida repiten “sí, pero…”,
para amargar la vida.
Nosotros somos respetuosos con
las cosas, y el respeto, lo he definido anteriormente,
consiste en interpretar y valorar positivamente los
objetos, los episodios y las personas. ¡Qué suerte!, son
las palabras que deberíamos tener en nuestros labios
continuamente, de tener estos padres, estos profesores,
estos hermanos, estos amigos, esta casa, de vivir aquí…
Segunda palabra: Amor.
El amor, fíjense, les voy a decir
una cosa y vayan pensando. ¿Saben cuál es la fuente del
conocimiento hondo y profundo?. No es sólo la vista. No
es sólo la inteligencia. Es sobre todo el amor. Los
sentimientos de amor. Conocemos sobre todo, las cosas,
los episodios y las personas a los que queremos. El amor
es el alimento que estimula el crecimiento humano. El
amor es la clave que resuelve los problemas humanos.
Tenemos que mirar, hemos dicho anteriormente,
positivamente, pero tenemos que mirar en segundo lugar
con amor.
Tercera palabra: Madre.
No somos, desgraciadamente, no
somos lo suficientemente conscientes de la importancia
que tiene la palabra y del concepto que va dentro de la
palabra, muchas veces hasta que la hemos perdido. Pero
la madre es la fuente, el alimento, la clave de la vida.
Todo, casi todo lo que tenemos
depende de la fuente de la fuente de la que hemos
brotado, pero no solamente de la que hemos brotado, sino
que lo mismo que ocurre con los ríos durante todo su
curso, la fuerza, la sustancia del río de qué depende,
del agua que va brotando de manera continua de la madre.
Y eso podemos conseguirlo nosotros fijándonos en sus
ojos con una actitud agradecida. La madre, también es el
espejo que mejor nos refleja nuestro verdadero rostro.
Cuarta palabra: Padre.
Si la madre es la fuente que
nutre, que nos alimenta, que nos estimula
proporcionándonos fuerza y empujándonos para que sigamos
creciendo, el padre es el proveedor importantísimo en la
vida que nos suministra las barreras que nos defienden
de peligros. Las señales que nos avisan y nos libran de
los peligros. El padre es el que nos advierte de los
riesgos que corremos en la carrera imparable, compleja,
como decíamos anteriormente, zigzagueante y dura de la
vida. La palabra padre es sinónimo de constancia, de
consistencia, de solidez, y sobre todo para nosotros, de
seguridad.
Quinta palabra: Hermano.
Hermano. Esa es la suerte, tener
hermanos y hermanas, y poder ir aumentando poco a poco
el número de los verdaderos hermanos. La palabra hermano
nos remite a experiencias hondas de igualdad, de
solidaridad, de diálogo y de colaboración. El trato de
igualdad con los hermanos nos protege de uno de los
peligros importantes de la vida, el de la soledad. Y nos
proporciona entereza para seguir luchando. Serenidad
para vencer los obstáculos, e ilusión para mirar al
futuro.
Sexta palabra: Amigo.
La amistad es un sentimiento,
pero también un estímulo. Pero también un compromiso, y
sobre todo un ámbito de comunicación mucho más que una
obligación. Es un ámbito de comunicación en diálogo,
pero también de colaboración. De trabajar juntos. Es una
relación entre personas que se basa sobre todo en la
afinidad espiritual. O sea, de pensamiento, de
sensaciones. En la manera de ver, de interpretar las
cosas fundamentales de la vida. Es, diríamos un
acompañamiento vital. El amigo es otro ser próximo y
semejante que nos comprende aunque no le expliquemos
todas las razones de nuestros comportamientos. Es el
intérprete que identifica las claves de nuestra
peculiar, propia y única manera de ser. Aunque no
analice psicológicamente nuestro temperamento lo hace
mucho mejor que el psicólogo. Es el exégeta, o sea, el
intérprete que descifra el sentido profundo de nuestros
pensamientos aunque no se los formulemos con palabras.
Es el experto que alcanza la razón última de nuestros
deseos íntimos y llega hasta las raíces ocultas de
nuestros temores secretos. Aunque no los haya visto, ni
vivido nuestras propias experiencias.
Otra palabra: Compañero.
Ustedes saben que la palabra
compañero quiere decir el que comparte su pan con los
otros. Eso es acompañar. Acompañar es adoptar la
decisión de comunicar lo que tenemos, nuestros bienes,
como expresión de una voluntad de comunión de vida. Es
un gesto de colaboración como testimonio de confianza.
Es un comportamiento humano cuyos motores son el amor y
la aspiración de solidaridad. Estas son, créanme, las
dos energías que hacen más bien. Son las dos energías
benefactoras que disuelven las mentiras, los espejismos
del egoísmo, esa entidad psíquica enemiga de todos los
valores humanos. Compañía es el conjunto de personas que
comparten, que comen un mismo pan. El pan de la vida. El
pan de los pensamientos. El pan de los deseos.
Confianza, otra
palabra para el diccionario, que es esa sensación, ese
sentimiento, todavía más, esa convicción de que nuestras
madres, todo lo que hemos dicho anteriormente, nuestros
padres, nuestros hermanos, nuestros amigos, nuestros
compañeros, no nos van a fallar.
Ya se que a veces divisamos en la
vida de todos y en todas las situaciones, mientras que
vamos caminando, subiendo negros nubarrones en el
horizonte. Ya sé que a veces el horizonte nos anuncia
negras tormentas. Ya sé que el futuro siempre entraña
múltiples incógnitas. Dudas que son objeto de
preocupación. Normal y lógico. Pero en el otro plato de
la balanza, hemos de colocar esos datos a los que me
refería anteriormente, las razones poderosas que nos
proporcionan seguridad . ¿Cuáles son esas razones?.
Fundamentalmente esas personas a las que aludía
anteriormente. Que nos respetan porque nos quieren. Que
nos quieren porque nos respetan. Y que siempre están
dispuestas a ayudarnos.
Y la última palabra, la que yo
voy a pronunciar después: Gracias.
Si nos fijamos en su
pronunciación podemos afirmar que sola y enlazada con
otras, es una palabra, en primer lugar, biensonante, que
suena bien, gracias,. Y sobre todo es agradable para el
que la pronuncia y para el que la escucha. Por eso yo
digo gracias. Muchas gracias. Muchísimas gracias. Por
eso decimos muchas veces, muchas gracias, le doy las
gracias, y ¡qué gracia tiene!.
De la palabra gracias, fíjense,
procede la palabra Regalar.
Era otra de las palabras. Es
regalo que es ese don gratuito que se da sin cobrar un
precio. Es la manera más eficaz de comunicarnos. En el
regalo, es un significante que imponemos todo el amor,
el cariño y el respeto hacia la otra persona.
Otra palabra derivada de gracias
es dar las gracias, que es esa facultad, esa herramienta
que aumenta la fuerza de nuestras manos para edificar
mundos confortables. Para calmar los dolores. Para
aliviar los sufrimientos. Dar las gracias, es a mi
juicio, la expresión más bella, más beneficiosa, más
gratificante del lenguaje humano. Revela la grandeza y
la calidad humanas de la persona que la expresa, y
constituye la respuesta más bella, más liberadora y más
generosa de los dones recibidos. La gratitud, uno de los
sentimientos más profundos y más nobles, es el arte de
saborear la vida con agrado. Expande la vida. Aumenta la
amistad. Incrementa la alegría y franquea las puertas
del infinito. Abre las ventanas por las que penetra el
aire que purifica la atmósfera entre el tú y el yo. Y
por las que recíprocamente podemos contemplar la
belleza, la sabiduría, la alegría y, sobre todo, el
amor.
Por eso yo, ya digo a todos y a
cada uno de vosotros, gracias. Muchísimas, muchísimas
gracias.
Subir |